Rafael Inocente

 

 

 

‘Desde hace quinientos años estamos en guerra. Como dice Piero Bustos, somos hijos de la guerra, somos hijos de la piedra inmortal. Pienso que la violencia en el Perú no comienza aquél día en que un grupo selecto del PCP-SL inicia la lucha armada en las alturas de Chuschi, Ayacucho, si no desde el día siguiente en que los curas españoles envenenan con arsénico el vino que dieron de beber a las huestes de Atahualpa y la soldadesca ibérica captura al Inca mañosamente, sin épica, valor ni hidalguía.

La violencia estructural que se originó por la desestabilización producida por la invasión ibérica generó una raza de seres resentidos, promiscuos y ladinos, seres que alguien denominó duramente como hombres de vidas destruidas, hombres que el indio Huamán Poma “de Ayala” y el criollo Riva Agüero despreciaban profundamente, uno por haber ensuciado la sangre india y otro llamándoles mesticillos. No me trago ese cuento criollo y huevón del mestizaje ideal. Eso ocurrió sólo en la mente de tres o cuatro criollos privilegiados o curas pendejos con conciencia de culpa que deseaban borrar con la fábula infame del mestizo ilustrado, el gran trauma que generó la violación sexual, cuyas consecuencias son visibles hasta nuestros días. En la colonia, millares de cholos o como quieras denominar al producto del cruce por violación de español e india vagaban por las ciudades, asolándolas, envilecidos por el alcohol y el resentimiento. En el caso de las mujeres, se dedicaban al oficio más antiguo del mundo, se hacían casquivanas para despertar la lujuria del español o el criollo. Te hablo de las grandes masas mestizas que se generaron en la colonia.

 

 

 

 

Ahora es más fácil decir, no podemos vivir en el pasado, pero quien no sabe de dónde viene, no sabe a dónde va. Entonces, ¿es descabellado reclamar un Apocalipsis, un Pachacútec que cuestione toda esta historia mentirosa y que ha condenado a nuestro pueblo a la marginación? Esa es la realidad de este corral de chanchos, un enfrentamiento etnoclasista despiadado pero a la vez hipócrita, morigerado por los discursos de curas, sociólogos, izquierdistas y metafísicos. Incluso ese gran movimiento de retorno y resistencia pasiva que significó el Taki Onkoy fue subversivo y ahogado en sangre por los extirpadores de idolatrías reencarnados ahora en el cómplice de genocidas, el ensotanado Luis Cipriani Thorne. El PCP-SL no capitalizó, por el contrario, pisoteó, esa resistencia étnica a la invasión europea que lleva ya más de cinco siglos. Pienso que de alguna forma la gigantesca empresa que significó la invasión y saqueo del continente sudamericano es equiparable a aquellas otras gestas que emprendieron los europeos travestidos en cruzados para acabar con los infieles palestinos, justificando el etnocidio bajo el manto de la difusión de la fe cristiana y el (des) conocimiento occidental que hoy nos agobian, es decir primero fue contra Alá, luego contra Pachacámac.

Ahora esas cruzadas se han reencarnado en las guerras santas emprendidas por el Sacro Imperio Norteamericano en contra del pueblo árabe, depositario y creador de uno de los grandes focos culturales de la humanidad, al igual que nosotros. Retomando entonces, creo que esa ruptura del equilibrio biológico-emocional de todo un pueblo, esa violencia étnica y sexual, que devino luego en clasista y estructural, generó masas neuróticas culturalmente, frustradas históricamente, psíquicamente amargadas y acomplejadas y creo que ese tema no ha sido aún tratado como merecería la magnitud del drama, pues de la purificación de esas masas es que saldrá el Perú unificado y grande que deseamos. La guerra interna de los últimos veinte años es apenas un cachito de la oscura ciénaga en la que la memoria colectiva del país se halla sumida.


‘Esa ruptura del equilibrio biológico-emocional de todo un pueblo, esa violencia étnica y sexual, que devino luego en clasista y estructural, generó masas neuróticas culturalmente, frustradas históricamente, y psíquicamente amargadas y acomplejadas..’


Siempre he pensado que existe un inconsciente psico-histórico que para bien o para mal (des) estructura a las ciudades. La ruptura del equilibrio biológico-emocional (o espiritual) producida por la violación histórico-social que nos dió orígen ha causado una pérdida del sentido de la función en el conjunto de la cultura a la que pertenece la ciudad que habitamos. Me explico: Lima es ya una megaurbe en la que malviven casi 10 millones de seres humanos procedentes de todo el Perú, pero fundamentalmente de la sierra. Lima se define por la migración, los migrantes y sus descendientes han —hemos— configurado una ciudad que a la vez nos devuelve tramposamente el vuelto. Traemos un background ancestral: memes y genes se entremezclan caóticamente en una polis que hace mortal metástasis en un medio preñado de carencias y una infraestructura bastardeada —asentamientos humanos miserables, pistas y veredas llenas de huecos y basura, parques sin árboles, servicios de agua, desagûe y telefonía colapsados, parque automotor viejo y monstruosamente tóxico, choferes de combi asesinos, taxistas asaltantes, policía corrupta, barristas bravos y pandillaje pernicioso, barrios rodhesianos como Chacarilla o Asia, todo configura el caos— mantenida por una estructura centralista políticamente y corrupta en todos sus estamentos, desde el tombo que te pide coima porque envidia tu carro hasta el presidente de la república que participa solapa en negociados de gas y petróleo.

El hombre que crece en estas ciudades está confundido, pervertido y corrompido. Es un hombre que carece de espiritualidad y que respira de manera inconsciente: ergo, no es dueño de su voluntad ni de sus acciones, las que son manejadas por los que dirigen los medios masivos de comunicación. Estas ciudades se han vuelto entonces ciudades confundidas. ¿Cuál es la psique que configura esta polis? ¿Cuál es el mundo psíquico, o mejor submundo psíquico del habitante de estas ciudades confundidas, como muchas de las megaurbes sudamericanas? ¿No se te ha ocurrido relacionar esta atrofia espiritual con la terrible cifra de accidentes de tránsito que ocurren a diario en Lima o con la anomia de los neolimeños frente al abuso y la corrupción que campean en el país?

 

 

 

 

En todas las grandes culturas cada ciudad formaba parte de una red de polis. Y el incario no era excepción. Cada ciudad tenía en el entramado de urbes una misión material específica (política, social, productiva, militar) y también espiritual. Cuando el tejido hace necropsia, las ciudades se pudren y la cultura y los individuos generados en ellas enloquecen. No saben cuál es su origen, no saben —o fingen no saber— quién es su padre ni quién es su madre. No es casual que la identidad genérica de Lima sea femenina, como lo evidencia su música, arte, letras y comida, ahora tan privilegiada gracias a la astucia de la burguesía nativa. Lima es una ciudad-mujer-joven y facilona, veleta y aficionada a aderezar potajes rijosos, que desprecia a su madre y tiene dudas sobre su padre. Su madre fue abusada primero por un español borracho y analfabeto, luego por un inglés flemático y enfermizo y ahora malvive con un norteamericano pederasta y cocainómano. Por eso Lima mira atolondrada cual putita barata a la ciudad-cortesana Miami, pero no vuelve la vista a las ciudades del interior, que es de donde viene el cambio.

Lima, al igual que las mestizas de las primeras épocas, al igual que el prosti-vedetismo —que promovió el liberalismo fujimonte-cínico— y que se ha instalado en el imaginario colectivo cholo, se desarrolló para recibir a los invasores. Primero a los españoles, luego a los ingleses y ahora a los norteamericanos. Ya lo dijo alguien: sierra macho, costa hembra, selva madre. Lima hembra asesina a la selva. Lima hembra desprecia a su madre serrana, la llama despectivamente india y cuando una hija desprecia a su madre, no bebe de ella, carece de fuerza interna y está condenada a repetir su destino. Lima hembra desconoce al padre, a las ciudades del interior, a la cultura prehispánica, y se refugia en la narcosis de las drogas. Lima hembra prefiere al padrastro que la desprecia y tiraniza. Históricamente, su origen está relacionado con el servilismo y la funcionalidad para fines de los invasores: poderes públicos, centralismo político, militar y religioso; jerarquías sociales, narcotráfico y prostitución, todo sigue revuelto y reconcentrado en Lima.

El desequilibrio biológico-emocional del que habló Antonio Díaz Martínez en “Ayacucho, hambre y esperanza”, ha hecho que nuestra psico-historia pierda el rumbo y que la megapolis llamada Lima, ciudad de culpables, sea ahora variante de una mujer desdichada que busca en la narcolepsia de la cocaína la fuerza masculina que no tiene. No es casual que sea en las clases dominantes en donde se encuentre el mayor porcentaje de varones cocainómanos (desprecian a la madre, no tienen la fuerza masculina del padre) y que tanto en Lima como el Callao —en general la costa peruana— haya logrado mayor votación (Alan García) el varón más inseguro de su masculinidad que hemos tenido en la presidencia en las últimas décadas: un gigoló inescrupuloso y ambiguo que no duda en hacerse de las mujeres de sus correligionarios, que se presenta en la televisión como padre ejemplar, obligando a la mujer oficial a aparecer junto al hijo habido en otra y luego ordena tirotear a todo un pueblo en la selva: pura fanfarronería fascista rayana en la histeria para suplir la auténtica fuerza masculina de la que carece. Por eso la militarización, las dosis extremas de violencia masculina expresadas en las drogas fuertes, el american way of life de las series familiares de Yankilandia.’𝔖

 

 

 

Text: Fragment of an interview with Peruvian writer Rafael Inocente; 2009. Courtesy of the blogMejor hablar de ciertas cosas‘.