Es cierto que la “Independencia del Perú” fue una verdad en ciernes, y si se quiere, un malentendido. Antes de fundarse la nación, los “Peruanos,” acorralados por la influencia criolla y por tropas chilenas y argentinas, fueron forzados a ser libres. Fue una libertad que no buscaban ni deseaban y que sólo redimió a los criollos. La “Independencia” solidificó la esclavitud negra y la explotación indígena y las masas continuaron arrastrando las “ominosas cadenas.” Por entonces, un himno nacional podría considerarse una impostura, y en el peor de los casos, una herramienta de indoctrinamiento.
Dos siglos después, a pesar del caos político, el Perú aún intenta concretar la igualdad, la justicia, la inclusión y el multiculturalismo. Prueba de ello son los esfuerzos en que el himno se cante en quechua y otras lenguas autóctonas como el aymara, el ashaninka, el awajún, y también en lengua de señas. Si la impostura o indoctrinamiento aún persiste es tema de otro debate.
Un himno puede redescubrir momentos de la historia, además de retratar el ideario nacional y visiones de futuro. Recordemos a los personajes y las ideas políticas que forjaron el himno Peruano.
El 7 de agosto de 1821, el periódico Gaceta Ministerial anunció que el general José de San Martín convocaba a un concurso para seleccionar la “Marcha Nacional Peruana.” Dos semanas antes, el 28 de julio, San Martín había declarado la Independencia del Perú. Un himno sería un símbolo de la emancipación y consolidaba la creación de la República.
El concurso convocó a compositores, escritores y al público a enviar sus propuestas hasta el día 18 de septiembre. Los compositores solo tenían seis semanas para componer la canción. Las arcas estatales estaban vacías y los premios ofrecidos al ganador serían:“el agradecimiento del gobierno,” y el “agradecimiento del público.” Por entonces, un joven peruano planeaba mudarse a Chile a forjarse una carrera como músico. Al enterarse del concurso, decidió competir. El novel compositor era un fraile dominico que anteriormente había escrito himnos para las Misas. Su nombre era José Bernardo Alcedo.
Después de componer la canción, Alcedo contactó a su amigo, el abogado iqueño José de la Torre Ugarte. Como aquel era aficionado a escribir versos, Alcedo le pidió que escribiera la letra para su himno. Además, sus posibilidades de victoria mejorarían al tener a la Torre Ugarte de su lado. Ugarte era influyente, y fue uno de los que firmaron el Acta de Independencia del Perú el 15 de julio de 1821.
Días después, Alcedo compuso otra canción. Este segundo tema tenía una melodía diferente y necesitaba más arreglos. Alcedo tenía confianza en su primera composición. Y aunque la segunda composición era insustancial, decidió presentarla también. Entre las siete canciones seleccionadas, Alcedo fue el único participante con dos composiciones.
El 18 de septiembre, José de San Martín realizó el certamen de selección. Los compositores fueron convocados para interpretar sus temas con un clavicordio. El joven Alcedo se decepcionó cuando San Martin descartó su primera canción. Las otras composiciones tampoco convencieron a San Martín. La última interpretación fue la segunda canción de Alcedo, quien creyó que la suerte estaba echada. Sorprendentemente, mientras tocaba la melodía, San Martín se puso de pie y dijo: “¡Sin disputa, éste es el himno nacional del Perú!” ¿Cuál era el nombre del tema? “Somos libres, seámoslo siempre”
El 19 de septiembre, San Martín firmó un decreto declarando “Somos libres, seámoslo siempre,” como el Himno oficial del Perú. Le concedió a Alcedo una semana más para mejorar la versión y presentarla públicamente.
‘Mejores versos que los de don José de la Torre Ugarte merecía el magistral y solemne himno de Alcedo. Las estrofas inspiradas en el patrioterismo que por esos días dominaba, son pobres como pensamiento y desdichadas en cuanto a corrección de forma. Hay en ellas mucho de fanfarronería portuguesa y poco de la verdadera altivez republicana. Pero con todos sus defectos, no debemos consentir jamás que la letra de la canción nacional se altere..’-Ricardo Palma
Días después, Alcedo andaba en busca de una cantante. Alfredo Bolognesi, un compositor italiano emigrado al Peru, recomendó a la soprano Rosa Merino para la tarea. El 23 de septiembre de 1821, al celebrar la “rendición de los castillos del Callao,” Rosa Merino interpretó el Himno en el Teatro de Lima. Alcedo dirigió la orquesta ante un público integrado por San Martín y otras figuras políticas. La composición recibió la ovación general y fue elogiada por la prensa. Meses después, el joven Alcedo se mudó a Chile y no regresaría al Perú por más de cuatro decadas.
El Himno Nacional fue un espejo de la realidad nacional. Como símbolo de poder, la letra fue reflejando los intereses de los líderes a cargo.
Nuestra joven nación atravesó un largo período de anarquía. Este desorden interno se reflejó en nuestro himno. Motivados por ambiciones de poder, cada líder pretendió cambiar la letra y la música impuesta por su antecesor. Tamaña inestabilidad se reflejó también con la bandera y el escudo nacional. Durante este período se propusieron y cambiaron varias versiones de los mismos.
Además, hubieron represalias contra los primeros compositores del himno. Al asumir el poder en 1824, el general Simón Bolívar ordenó el asesinato de La Torre Ugarte. (La Torre optó por huir a Trujillo). Bolívar lo detestaba debido a las alianzas políticas de aquel, que favorecían a San Martín. Además, una de las estrofas del himno incluía el nombre de San Martín. Por eso Bolívar creyó necesario desplazar aquella estrofa. Fue así como, en 1825, el denominado “verso apócrifo” fue incluido en el himno:
Largo tiempo el Peruano oprimido
la ominosa cadena arrastró;
condenado a una cruel servidumbre
largo tiempo el silencio gimió;
Mas apenas el grito sagrado
¡Libertad! en sus costas se oyó,
la indolencia de esclavo sacude,
la humillada cerviz levantó.
Se desconoce la autoría de este verso, pero ha generado controversia por más de dos siglos. Algunos dicen que “el pueblo” lo escribió (se cantaba en las plazas y calles durante la guerra independentista) y por eso debía respetarse. Otros críticos consideran que este verso fue “oficializado por motivos egoístas” y debería eliminarse.
Las disputas políticas se agravaron. De 1822 a 1845, nuestro himno fue prácticamente olvidado. La anarquía, la agitación y el caudillismo casi desintegran al país y a pocos le interesaba interpretarlo; especialmente cuando no se sabía exactamente qué unía a la nación. Pero en 1845, el recién juramentado presidente Ramón Castilla enmendó los lazos y reconstruyó la idea de nación. Castilla, que aún mantenía correspondencia con San Martín, volvió a popularizar el himno. Producto del pasado caos político, muchos peruanos cantaban diferentes versiones del himno.
En 1869, José Bernardo Alcedo regresó al Perú después de 42 años. Quedó desconcertado al escuchar tantas versiones del himno. No solo la letra, sino también la música había cambiado. Alcedo entonces contactó a Claudio Rebagliati, un músico influyente de la época. Juntos, Rebagliati y Alcedo restablecieron la música original del himno. La versión musical restaurada por ellos en 1869 aún sigue vigente.
Durante la Guerra del Pacífico, en 1879, el Himno Nacional alcanzó altísima popularidad. Se entonaba masivamente en varios lugares.
En 1899, el arequipeño Eduardo Lopez de Romaña asume la presidencia. Aristócrata de nacimiento y graduado en el King’s College, López de Romaña desdeñaba los prejuicios anti-europeos prevalentes en el Perú. En 1899, el país se recuperaba de la devastadora guerra con Chile. López de Romaña se propuso enmendar los “errores de los gobernantes anteriores.” Estableció relaciones amistosas con Gran Bretaña y dió la bienvenida a la inversión extranjera. Y al intentar mejorar las relaciones con España, consideró que la letra del himno era muy anti-hispanista.
En 1901, López convenció al Congreso para crear una nueva letra para el himno. El poeta José Santos Chocano compuso nuevos versos. La versión fue sometida a un jurado, el cual incluía a Ricardo Palma, quien dió su aprobacion. Esta versión fue impuesta aunque nunca se oficializó por decreto. En sus Tradiciones, Palma cambiaria luego de opinión: “Mejores versos que los de don José de la Torre Ugarte merecía el magistral y solemne himno de Alcedo. Las estrofas inspiradas en el patrioterismo que por esos días dominaba, son pobres como pensamiento y desdichadas en cuanto a corrección de forma. Hay en ellas mucho de fanfarronería portuguesa y poco de la verdadera altivez republicana. Pero con todos sus defectos, no debemos consentir jamás que la letra de la canción nacional se altere..”
El himno compuesto por Santos Chocano se entonó en los colegios pero fue paulatinamente rechazado. Existen teorías al respecto: Luego de la guerra con Chile, el espíritu nacional estaba por los suelos. Cuando cambiaron la letra, nadie protestó. Con el paso de los años, recuperado el honor nacional, el sacrilegio perpetrado contra el himno se sintió. La gente comenzó a protestar y la indignación se intensificó. En 1913, bajo el mandato del presidente Billinghurst, el congreso se vió obligado a restaurar la versión original. Sin embargo, el “verso apócrifo” se mantuvo.
Actualmente hay un consenso general sobre el himno. Sin embargo, la polémica sobre “el verso apócrifo” aun persiste. Académicos, investigadores e incluso el escritor José María Arguedas tuvieron opiniones divergentes. Arguedas recomendó mantener el verso apócrifo porque representaba la “voz del pueblo.” Retratando el sufrimiento andino, reforzaba una identidad indigenista. Otros eruditos afirmaban que aquel verso debía reemplazarse, pues revelaba “un sentimiento de ira” y “resentimiento” después de la conquista, y era prudente “cerrar las heridas.” Otros creen que el himno debería profesar una visión de orgullo y grandeza para asi perfilarse a un futuro mejor. Es una reencarnación del debate “tradición versus modernidad” que perduran en las polémicas actuales.
La tradición es la ilusión o la utopía de la permanencia, cuando en realidad nada es permanente. Y la historia lo confirma. El dictador militar Morales Bermudez detestaba el verso apócrifo y ordenó que en su lugar se cantase la sexta estrofa “que rendimos al Dios de Jacob.” Por su parte, el presidente Belaunde reivindicó el verso apócrifo y se volvió a cantar en las escuelas. El posterior gobierno de Alan García favoreció a la sexta estrofa, y el debate continúa hasta hoy.
En su ensayo San Martín y Bolívar: Los himnos nacionales del Perú, la académica Ana Tissera sugiere que el himno es una obra artística que, por medio de símbolos, ha sostenido el alma popular. En una íntima dimensión, el himno nos ha ayudado a interpretar, entender, y a la vez resistir las diversas realidades de nuestra historia. Tissera escribe: “Más allá de la estrofa apócrifa, de las supresiones y/o alteraciones, dominan las relaciones semánticas compartidas. En ambos poemas, la cadena de agentes promotores del cambio –San Martín, Sudamérica, Lima, Inca y Señor– busca romper el cetro aún vivo del tirano español; la contienda no ha cerrado, la libertad conquistada es frágil. Por ello, para sostenerla, se construye una plataforma simbólica –patria, bandera, Andes, Sol, Dios de Jacob– donde, de alguna manera, la ficción poética resuelve lo que la realidad dilata.”
El himno ha sido un canal de expresión del alma, que nos fortalece y nos ayuda a redescubrirnos. Al cantar sus estrofas, discernimos que nos enorgullece, que nos atormenta y que nos brinda esperanzas, ya que nuestros propósitos individuales son parte de un proceso histórico, un producto de fenómenos sociales que van más alla de nuestro entendimiento.𝔖
