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Los Pioneros de la Medicina Incaica

Los Kallawaya y los Yauyos

 

 

El poderío Incaico se basó en su capacidad de asimilación. En el área de la medicina, los Incas asimilaron y popularizaron las prácticas y creencias de las tribus que conquistaban.

Los antropólogos Bastien y Classen afirman que las creencias de la medicina Incaica eran similares a las de la medicina griega. Los antiguos griegos, como los Incas, creían que las enfermedades eran un castigo divino, originadas por una transgresión tanto moral como física. El kirpu (cuerpo) y alma de una persona no debían oponerse a los factores “físicos, metafísicos y cosmológicos” de la Pachamama o los Apus. Si el alma transgredía, los Apus se deshacían del alma transgresora destruyendo al kirpu, provocándole enfermedades y la muerte. Por ello, los curanderos Inca se preocupaban ante todo en curar el alma.

Aquello no era fácil. El primer obstáculo era descifrar la transgresión cometida. Como lo señala el ánonimo documento Inca Runa Yn(di)o niscap machoncuna, la hucha(transgresión) era algo que iba más alla del entendimiento humano. Afirmar tener el alma o “la conciencia limpia” se justificaban desde la lógica humana, pero no guardaban relación alguna con la inescrutable Divinidad. El curandero necesitaba detectar la raíz de la transgresión. Durante el ritual curativo, el paciente realizaba un acto de confesión, y el curandero lo escuchaba cuidadosamente para, por intermedio de los Apus, interpretar la transgresión cometida. Luego de revelar la transgresión, el curandero prescribía el remedio.

‘En la confesión del enfermo radicaba la sanación,’ asegura el antrópologo Ruben G. Mendoza. La sola palabra desataba misterios curativos que aún son difíciles de comprender hoy. Las hierbas medicinales sólo tenían un efecto secundario, y en ocasiones se prescindía de ellas. Para apaciguar la ira divina, en los rituales se sacrificaban cuyes y llamas, se quemaban alimentos, o se derramaba chicha sobre el suelo.

Los Kallawaya



A medida que se expandía, el Imperio adquirió el conocimiento médico de otras tribus. Alcanzó la cúspide al conquistar a los Kallawaya. Dicha comunidad Altiplánica preservaba todo el conocimiento que la extinta cultura Tiahuanaco forjó durante nueve siglos. Fue tal su destreza que los Kallawaya fueron integrados a la prestigiosa comitiva Incaica. Además de conocer los psicoactivos vilca y el floripondio, y los secretos curativos de la piel de rana, los Kallawaya desplegaban un vasto conocimiento de herbología y utilizaban “hierbas con el equivalente de la aspirina, la penicilina, la quinina y muchos otros que aún no han sido clasificados por la medicina moderna.”

El antropólogo Bastien profundiza. Marcelino Yanahuaya, un Kallawaya, le confesó sus creencias, dándole las claves para entender la cosmovisión que regía a la Medicina Incaica:


‘La Pachamama posee elementos naturales que fluyen a través de ella, y yo formo parte de la Pachamama. La Pachamama cuida de mi cuerpo, y por eso yo necesito alimentar e hidratar a la Pachamama.”


Esta frase explica el por qué el curandero Inca, en vez de atender al enfermo, se enfocaba más en quemar alimentos y derramar chicha sobre la tierra. Los curanderos nutrían, hidrataban y sanaban a la tierra, para que ésta a su vez, como un ente cíclico en que el todo fluye, sanara al enfermo.

Bastien descubrió que esta cosmovisión andina se trasladaba a la salud del ecosistema, la cual se relacionaba y explicaba con las nociones de anatomía. Los Incas consideraban a la tierra, a la laguna y a las montañas como un reflejo de su cuerpo. Algún malestar corporal o síntoma era indicativo que las montañas necesitaban algo. Por ende mantenían múltiples altares que simbolizaban sus partes anatómicas: las extremidades, la boca, los ojos, los senos, y el corazón (sonco). Para alguna dolencia ocular, los curanderos acudían al altar correspondiente para depositar hojas de coca, sangre de llama, y demás. Así restablecían la armonía o simbiosis entre el ambiente y sus habitantes, condición básica para la salud humana.

Los Kallawaya estaban aclimatados a diversas regiones altiplánicas y andinas, y dominaban el Quechua, el Aymara, y su dialecto, el Machaj-Juyay. Los expertos opinan que su extraordinario conocimiento se debió a su capacidad de adaptación a diversas regiones, climas y tribus. Los Kallawaya constituyeron un hito que marcó un antes y un después en la medicina Incaica. Desde entonces, los Incas utilizaron masivamente las hierbas medicinales, en desmedro de los rituales espirituales. Pero la Medicina Incaica se volvió aún mas compleja al asimilar a los Yauyos, descendientes de la Cultura Paracas.

Los Yauyos


 

La cultura Paracas (700 a.c-200 d.c) perfeccionó las artes quirúrjicas por casi un milenio. Y cuando los Yauyos fueron conquistados en 1200 d.c, los Incas se beneficiaron inmensamente. El Imperio estaba enfrascado en continuas batallas para conquistar mas territorios y tenían múltiples heridos en combate. Por ello, cuando el Inca descubrió la destreza quirúrgica de los Yauyos, les encomendó instruir a sus curanderos en la cirugía y la traumatología.

Para aliviar los dolores por contusión, los Yauyos aplicaban presión en zonas específicas de los nervios. En el caso de contusiones abdominales, extirpaban el bazo para prevenir las hemorragias internas. También desinfectaban y trataban las heridas profundas de manera eficiente.

Su habilidad principal era la trepanación craneana. Los orificios hechos por los Yauyos eran cuadrangulares. Ante una fractura craneana, cortaban el hueso deteriorado o quebrado y cosían la herida. Es importante resaltar que, en esta práctica, los alumnos superaron a sus maestros. A diferencia de los Yauyos, los Incas perfeccionaron las técnicas de incisión y hacían unos orificios circulares y pequeños. Como lo indica el arqueólogo John Verano, “las trepanaciones (Incaicas) hechas por limado y ranurado eran las más exitosas, mientras que las trepanaciones hechas por incisión o taladrado no lo eran…el 70% de los operados por los Inca sobrevivían, pero de los operados por los Paracas o Yauyos sólo un 40% sobrevivían.”

La altísima cantidad de trepanaciones se debió a sus continuos conflictos bélicos. Ante el hallazgo de más de 10,000 cráneos trepanados en Huarochirí, Julio C. Tello especuló que Huarochirí era el centro o escuela de trepanación y cirugía del Imperio. Los cráneos “confirmaban la existencia de una exclusiva comitiva Imperial de curanderos, de tradición científica, y especialistas en cirugía traumatológica y trepanaciones craneanas.”

El Inca recompensó a los Yauyos con obsequios y los hizo exentos del pago de tributos. El Estado Inca también patrocinó a los Kallawaya, y los organizó en cofradías. Los curanderos Inca eran denominados camasca o soncoyoc, o también hampi-camayoc. Pero a los que atendían a la nobleza Incaica se les llamaba churihampi-camayoc.

Estas cofradías de curanderos y cirujanos eran muy herméticas. Según el cronista Bernabé Cobo, los curanderos jamás divulgaban su conocimiento médico. En aquel conocimiento residía su poder, y el divulgarlo sería muy perjudicial (para ellos). Además, la mayoría se jactaba de tener una conexión con los Apus, los cuales los dotaban con el poder de sanación. El poder de sanar era extraordinario y misterioso, y para mantenerlo así, los curanderos practicaron el secretismo y la discreción.

Pero la medicina Incaica también tenía una faceta noble, personificada naturalmente por las mujeres. Según Bárbara A. Somervill, la sanación de los enfermos, influenciada por el ayni, era un proceso que involucraba a toda la comunidad. “Las mujeres en cada ayllu cuidaban y alimentaban a los enfermos.” Ellas entendían que la atención y la compasión brindadas al enfermo eran indispensables para la sanación.𝔖

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