La Lealtad de Alfonso Ugarte

 

Cuando las tropas Chilenas invadieron Lima, los burgueses peruanos ya se habían instalado en Europa. Al iniciarse la Guerra del Pacífico, la mayoría predijo que el Perú no tenía posibilidad alguna. Era un país dividido, sumido en la bancarrota, moralmente decaído, y con un ejército endeble. La élite peruana se rehusó a luchar por su patria y la abandonaron.

Sólo aquellos que amaron realmente al Perú se quedaron. Más que sensiblería patriótica, fue un acto de solidaridad y honor. Es por eso que la Historia, que jamás ha perdonado a nadie, fue justa y nadie recuerda a los burgueses que huyeron. Y sin embargo, a pesar de las presiones, uno de ellos decidió quedarse y arriesgar todo por el Perú: Alfonso Ugarte.

El Colegio ‘Goldfinch and Blum’



 
Alfonso Ugarte nació en Iquique, Perú, en 1847. Proveniente de una familia acomodada, Ugarte disfrutó de muchos privilegios. Sus padres lo enviaron a Valparaíso, a estudiar en el Colegio Goldfinch and Blum. Dicha institución inglesa educaba a los futuros líderes y políticos de Chile, Bolivia y Perú. Era la escuela más prestigiosa de Sudamérica, pues contaba con profesores de la Universidad de Oxford y Cambridge. Allí Ugarte se familiarizó con los hijos de las familias más poderosas de Chile. Pero también conoció a quien sería futuro presidente del Perú, Guillermo Billinghurst, de quien se hizo muy amigo, pues ambos tenían un apasionado interés por la política.

Aunque se graduó de contador, Ugarte tenía una sólida base en el estudio de las Humanidades. Era además muy versado en el comercio y las finanzas, pues provenía de una familia de acaudalados salitreros.

Desde muy corta edad, Ugarte ya se perfilaba cómo gobernador regional. Tenía una vocación política genuina, pues deseaba el bienestar de su pueblo de manera desinteresada. Luego del terremoto de Iquique, en 1868, Ugarte financió una campaña de asistencia para los damnificados. Al año siguiente, organizó la primera compañía de bomberos de Iquique, enlistándose como tercer teniente.

Como vemos, mucho antes de la guerra con ChileUgarte priorizaba el bienestar de la gente y ponía sus intereses personales en segundo plano. Era un político de verdad.

La Guerra con Chile



 
Ugarte retornó a Iquique en 1876. Ese mismo año se hizo alcalde a la corta edad de los 29 años. En ese tiempo se mantuvo ocupado en sus tareas públicas y fundando una firma llamada “Ugarte, Zeballos y Compañía.” Además, andaba planeando su boda con una prima suya, Timotea Vernal. En Febrero de 1879, sin embargo, Chile le declara la guerra al Perú. La declaración bélica tomó a Ugarte desprevenido, pues estaba a punto de viajar a Europa por negocios.

Ante el peligro inminente, Ugarte decide quedarse. En esos meses aciagos, sus amigos chilenos le ofrecieron protección y le sugirieron salvar sus riquezas. Por entonces, el Almirante Miguel Grau libraba la batalla de su vida en el mar sureño. No es difícil imaginar entonces la presión que recibió Ugarte para abandonar el Perú. En su círculo social, la mayoría ya había optado por fugarse a Europa. Era lo más sensato para ellos. El país estaba en bancarrota y no habían armas ni tropas. La armada estaba tan desamparada, que el coronel en retiro Francisco Bolognesi pidió volver a la actividad. Ugarte debía ponerse a salvo, y proteger a su madre y a sus hermanas. No debía arriesgarse, pues su futura esposa lo esperaba.

Pero Ugarte resistió esas presiones y decidió defender al Perú.


‘Esperamos ser atacados por mar y tierra. Estamos resueltos a resistir con toda la seguridad de ser vencidos, pero es preciso cumplir con el honor y el deber…¡Qué desesperante es mi situación!, pero no por eso me doy por vencido..debo hacer los mayores esfuerzos en la defensa de la honra nacional…’- Alfonso Ugarte


Ugarte reclutó a casi quinientos hombres (entre obreros y artesanos) para defender Tarapacá. Gastó una fortuna para organizar y mantener ese regimiento. Entregó 10,000 soles para la compra de armamento, además de donar 1,000 soles mensuales a las tropas de Bolognesi. Sin tener vocación militar, ni saber mucho de guerra, Ugarte se hizo coronel.

Y todo ese tiempo, Ugarte supo que todo era en vano. Al leer sus cartas, el lector percibe que Ugarte ya sabía cuál era su destino. En una carta a su primo, Ugarte escribió: “Tenemos pues, que cumplir con el deber del honor defendiendo esta plaza hasta que nos la arranquen a la fuerza. Ese es nuestro deber y así lo exige el honor nacional. Estamos esperando ser atacados por mar y tierra…. Estamos resueltos a resistir con toda la seguridad de ser vencidos, pero es preciso cumplir con el honor y el deber… ¡Qué desesperante es mi situación!, pero no por eso me doy por vencido sino que por el contrario debo hacer los mayores esfuerzos en la defensa de la honra nacional…”

Ugarte participó en la batalla de Tarapacá, el 27 de Noviembre de 1879. Aunque fue herido en la cabeza, le sobraron fuerzas para auxiliar a los heridos. Días después se trasladó a Arica, con el fin de asistir al coronel Francisco Bolognesi. Quizá lo hizo al presentir lo que sucedería luego. Efectivamente, el 31 de Diciembre de 1879, una poderosa tropa de 11,000 soldados chilenos desembarcó en Moquegua. Desde allí, los Chilenos enviarían un batallón para liquidar a las tropas de Bolognesi.

En Arica, aún recuperándose de sus heridas, Ugarte enferma de paludismo. Debido a su débil condición, le aconsejaron retirarse. El mismo había confesado tener “el ánimo completamente aniquilado al pensar en que podría desaparecer en esta campaña y abandonar a su madre y hermanas que necesitaban de su apoyo.” Pero él ya había decidido su destino. En su testamento confirmó su deber de “afrontar el peligro contra los ejércitos chilenos que hoy invaden el santo suelo de mi Patria y a cuya defensa voy dispuesto a perder mi vida con la fuerza de mi mando.”

En la batalla de Arica, el 7 de Junio de 1880, mas de 5,000 soldados chilenos se enfrentaron a 1,900 soldados peruanos. Cabalgando un corcel, Ugarte dirigió a nuestras debilitadas fuerzas en el morro de Arica. Murió defendiendo la bandera nacional.

Mas que un gesto patriótico, Ugarte mostró una gran lealtad con su pueblo. A pesar que su mundo se derrumbaba, Ugarte nos enseñó hasta que límites llega la grandeza humana. Nos legó un instinto de coraje, solidaridad y lealtad, con los cuales alcanzó la inmortalidad.𝔖