Aguerrida y valiente, Francisca Zubiaga y Bernales fue una mujer que desafió a los hombres de su época. La Mariscala fue la primera política de nuestro país. Su prototipo de guerrera le permitió encabezar tropas, negociar tratados y enfrentarse a sus transgresores. Era orgullosa, firme y capaz de imponer respeto a todos los que la rodeaban.
Un Matrimonio Peculiar
El nacimiento de Francisca estuvo marcado por peculiaridades, como la insistencia de Antonio Zubiaga, su padre, para que ella naciera en la ciudad del Cusco. Pese al avanzado embarazo de la madre de Francisca, realizaron el viaje desde la costa a caballo. Francisca Zubiaga nació en los albores de la lucha patriota, el 11 de Setiembre de 1803.
La familia Zubiaga y Bernales era muy acaudalada y Francisca tuvo muchos privilegios. Siendo adolescente, Francisca sintió una vocación religiosa y se internó en un convento. Sin embargo, el rigor de las penitencias hicieron que peligre su salud, y abandonara el convento tiempo después.
Cuando se inició la guerra emancipadora, su padre decide volver a su patria, España. Las hermanas Zubiaga son enviadas al monasterio de la Encarnación en Lima. Algunas versiones sostienen que, debido al áspero trato de su madre, las hermanas Zubiaga deciden quedarse allí.
Con el tiempo, las hermanas Zubiaga se cansaron de su enclaustramiento y vieron al matrimonio como una liberación. Por entonces Francisca conoce a Agustín Gamarra, un hombre 20 años mayor que ella, educado y de buena posición. Ambos se enamoraron y formalizaron su relación. Se casaron el día 20 de diciembre de 1823, con la bendición del cura José María Monzón.
Gamarra solicitó los permisos para que Francisca pudiera dejar el monasterio estando casada. Sin embargo, las monjas negaron el permiso. Finalmente, Gamarra convence a su amada a huir del convento.
El matrimonio no fue del agrado del padre de Francisca. El bisnieto de Antonio Zubiaga luego confesó: “Mi bisabuelo don Antonio llegó al Callao sin tener noticias de este enlace, y parece que fue proeza algo ardua la de hacerle saber el estado civil de su primogénita. Cuando le contaron al viejo en el puerto, al llegar dijo: ¡Patriota, patriota! ¡Es posible que una hija mía…! Prefiero que me digan que se ha muerto.”
Pese a ello, Francisca continúo casada con el general Gamarra, sin importarle la opinión de su familia.
Acceso al Poder
Eran épocas de gran inestabilidad política. Luego de la proclamación de independencia de 1821, el Perú se encontraba fragmentado en la zona sierra y la parte del Alto Perú. El Virrey la Serna y el ejercito realista decide mudar la capital al Cusco. En consecuencia, San Martín tuvo que asumir la protección del territorio peruano hasta 1822.
Cuando San Martín abandona Lima, José de La Riva Agüero da un golpe de estado y asume la presidencia. Luego de la toma de Lima por el ejército realista, el Congreso nombra presidente a Torre Tagle, causando un enfrentamiento con Riva Agüero, en desacuerdo con esta medida.
Debido a la crisis gubernamental, el Congreso solicita el apoyo de Simón Bolívar.
En 1824, Agustín Gamarra salió victorioso en la Batalla de Ayacucho. Su vida política se volvió exitosa, obteniendo el cargo de prefecto del Cusco. En ese mismo año, él y la Mariscala renuevan votos en la ciudad de Zurite, en Cusco.
Al lograrse la victoria en la Batalla de Ayacucho, la guerra aún no había finalizado. Al involucrarse en la lucha independentista, Agustín Gamarra se relaciona con el libertador Simón Bolívar, quien le brinda su entera confianza. El Mariscal Gamarra organiza una fiesta en honor al Libertador como agradecimiento.
Francisca percibe una oportunidad en el acercamiento entre su marido y el Libertador. Como agradecimiento a Bolívar, Francisca manda fabricar una corona de oro como obsequio, el cual le fue entregado durante la fiesta. Simón Bolívar, sin embargo, procede a colocar la corona sobre la cabeza de Francisca. Este hecho generó rumores de un romance entre la Mariscala y el Libertador.
Otros rumores revelan que Francisca, con el fin de lograr que Manuelita Sáenz (pareja de Bolívar) se ponga celosa, dejó un arete sobre la cama del Libertador. Pese a ello, estas habladurías nunca se confirmaron. Es probable que el verdadero interés de Zubiaga era que su marido ascienda políticamente.
Durante su acceso al poder, Francisca Zubiaga deja de ser Doña Pancha para convertirse en “La Mariscala”. Este apelativo surgió debido a los continuos viajes al campo de batalla que realizaba junto a su esposo, el Mariscal. A esto se suma su habilidad al cabalgar, como el manejar la espada y la pistola.
Francisca se relacionaba con los hombres más notables de la época, asistiendo a espectáculos de carácter masculino. Las apuestas y las peleas de gallos se convierten en su afición, desinteresándose de las tertulias femeninas y las reuniones de té.
‘Como Napoleón, todo el imperio de su belleza estaba en su mirada. ¡Cuánto orgullo! ¡Cuánto atrevimiento! ¡Cuánta penetración! ¡Con qué ascendiente irresistible imponía el respeto, arrastraba las voluntades y cautivaba la admiración! El ser a quien Dios concede esa mirada no necesita de la palabra para gobernar a sus semejantes’- Flora Tristán
Finalmente, Agustín Gamarra asume la presidencia del Perú en 1829. La Mariscala adquiere un gran poder, siendo el reemplazo de su esposo cuando éste viajaba.
Vestida de húsar, la Mariscala recorría a caballo las principales avenidas imponiendo autoridad. Su gran liderazgo le permitió protagonizar ciertos hechos históricos. Por ejemplo, no vaciló en retirar de la vicepresidencia al general De la Fuente, quien intentaba derrocar a Gamarra. También logró invadir el Alto Perú (entonces dominado por el Mariscal Sucre), encabezando un batallón de 25 lanceros.
Otra de sus proezas fue enfrentarse a un grupo de soldados sublevados en el Cusco. Sólo bastó una frase enérgica para que éstos abandonaran su rebelión. Según el escritor Abraham Valdelomar, la Mariscala les increpó: “¡Cholos! ¿Ustedes contra mí?»¡Viva la Mariscala!, contestaron los soldados. Ella les lanzó muchas monedas, y el motín se disolvió.
La Mariscala imponía autoridad; una facultad que, según la prensa de la época, era carente en Gamarra. Su gobierno era un tanto autoritario debido a las feroces pugnas partidarias. Por ello la pareja presidencial se ganó cientos de enemigos. La prensa machista sostenía que Francisca Zubiaga debía dedicarse a las ollas y no meterse en asuntos militares. “Los periodistas osaban decir, ¡habrá desvergüenza!: La mujer sólo manda en la cocina”. La leyenda cuenta que la Mariscala solía resolver esas afrentas a punto de palizas. La Mariscala luego intentó controlar a la prensa, interceptando cartas y mensajes.
Por otro lado, los rumores de las infidelidades de Francisca eran interminables. Esto ocasionó que el general Gamarra la abandonara. Aunque Abraham Valdelomar, en su libro “La Mariscala”, señala que la separación de la pareja se debió a la infidelidad de Gamarra. Según Valdelomar, fue la Mariscala quién decidió romper con su matrimonio.
Tanto Gamarra como Francisca tomaron rumbos distintos. Mientras tanto, las pugnas políticas no cesaban. Pronto los enemigos políticos de los Gamarra se ensañaron con ellos. El Mariscal se trasladó a Bolivia, mientras Francisca buscó el apoyo del General Santa Cruz, quien le negó su ayuda. De esta manera, ambos personajes pierden el poder.
Acosada por sus enemigos, la Mariscala se refugia en la fragata ‘William Rushton’ en el puerto del Callao. En esos días la Mariscala conoce a la escritora francoperuana Flora Tristán, quien luego describiría dicho encuentro en su libro ‘Peregrinaciones de una Paria’. Tiempo después, la Mariscala y el Coronel Escudero viajan a la ciudad de Valparaíso, en Chile.
El último tramo de la vida de la Mariscala fue azaroso. Su estadía de año y medio en Valparaíso fue monótona. Con la excepción del ex-presidente La Mar, nadie la visitó. Los continuos ataques de epilepsia resquebrajaron su salud. Muy pronto el médico la desahucia.
Como último deseo, la Mariscala decide que, al morir, le extraigan el corazón para que sea entregado a su esposo. En caso contrario, que el corazón sea llevado al Cusco, para que su tío, Pedro Bernales, lo conserve. Francisca falleció el 5 de Mayo de 1835, a la edad de 32 años.
La Mariscala fue un ejemplo de mujer que vio en los obstáculos una oportunidad para demostrar su férrea voluntad, sin dejarse vencer por el que dirán. Luchó por ser tratada de la misma manera que un hombre, y con su carácter se ganó la admiración de los más grandes personajes de la época.
Con tales virtudes, Francisca Zubiaga se convirtió en la política mas extraordinaria en la Historia Peruana.𝔖