La Biodiversidad en el Imperio Incaico

 

 

En su apogeo, el Imperio Incaico abarcó un vasto territorio, habitado por aproximadamente treinta millones de personas. Según el investigador Alex Chepstow-Lusty, los Incas realizaron un sofisticado planeamiento, y administraron sabiamente sus riquezas.

En caso de alguna sequía, escasez, o cambio climático, los Incas tenían reservas para alimentar a sus treinta millones de súbditos por más de una década. Este interesante dato tiene resonancia en esta ‘modernidad’ en la cual la escasez y el hambre son constantes taras globales. Dicho esto, los métodos Incaicos de sostenibilidad ambiental podrían ser útiles para contrarrestar el actual calentamiento global.

Lecciones del Pasado


 

En su estudio Reforestación Incaica: Lecciones del Pasado, Chepstow-Lusty asegura que el actual problema medioambiental tiene largos antecedentes. La migración masiva a las ciudades y la desolación rural fue motivada por la erosión del suelo, la deforestación, la pobre administración del agua y la aridez de la tierra.

El primer malentendido es suponer que esta crisis no ha sucedido antes. En su estudio paleoecológico del año 2000, Chepstow-Lusty analizó muestras sedimentarias en Marcacocha, al norte de Ollantaytambo, y también de la laguna de Paca, en Junín. Con dichas muestras logró evocar algunas etapas de nuestra historia no muy reciente. Las muestras de pólen, materia inorgánica, y sedimentos que recolectó corroboraban la existencia del Período Cálido Medieval. En aquel período (800-1200 d.c) la temperatura se incrementó y afectó severamente (pero también benefició) a varias civilizaciones en el orbe. En Europa benefició a la agricultura, pero en Sudámerica provocó catastróficas sequías, haciendo colapsar a la cultura Tiahuanaco, en el año 1000 d.c.

Los sedimentos recolectados de Marcacocha proporcionaron sorprendentes hallazgos. En el año 1000 d.c, dos siglos antes del surgimiento de los Incas, los habitantes del valle de Ollantaytambo iniciaron un proyecto de reforestación. Chepstow-Lusty halló una vasta cantidad de pólen arboreal que no guardaba relación alguna con la aridez de la tierra. Encontró pólen de la Ambrosia Arborescens, planta que revitaliza a la tierra árida, pólen del Chenopodium quinoa, y también del Alnus acuminata, también conocido como árbol del aliso. Chepstow-Lusty concluyó que tamaña diversidad era imposible teniendo como factores a las altas temperaturas, las tierras áridas, y la escasez de lluvias. Sin embargo, añadiendo el crucial factor humano, lo imposible dejó de serlo. Las muestras sedimentarias confirmaron que los pre-Incas ya tenían un conocimiento básico sobre como revitalizar a las tierras áridas, y lo pusieron en práctica. Pero los Incas, dos siglos después, perfeccionaron dicho conocimiento a niveles sorprendentes, y lo aplicaron a mayor escala.

Afectados por las sequías y las tierras áridas, los Incas no se cruzaron de brazos e implementaron un proyecto de sostenibilidad ambiental. Aquel consistió en sembrar árboles, además de “cultivar diversos vegetables para así producir una amplia gama de plantas que preservan el medio ambiente, y contrarrestar los efectos del cambio climático y las hambrunas y enfermedades que éstas podrían producir.” Las muestras de pólen de Aliso halladas por Chepstow-Lusty tenían una explicación. Los Incas sabían que el árbol del Aliso revitalizaba el contenido orgánico de la tierra, y potenciaba las posibilidades de cultivar otras especies. A su vez, el agua era un recurso manejado con especial cuidado.

La astucia Incaica también se manifestó en sus obras de ingeniería. El objetivo era perfeccionar sus técnicas agrícolas, y alcanzar un conocimiento más profundo. Intentaban desafiar a la tierra, para así expandir o enriquecer las concepciones y creencias que se tenían de la agricultura. Con ese fin, sus ingeniosos agricultores realizaban centenas de experimentos. La arqueóloga Cecilia Pardo asegura que los andenes Incaicos eran “centros o laboratorios de experimentación” donde los cultivos se rotaban y eran sometidos a la hibridación, para que así la naturaleza les revelase sus misterios. El propósito era descubrir, experimentar, aprender, e ir más allá de lo establecido.

 

‘The Desert of the Real’


 

Haciendo un paralelo, las culturas que precedieron a los Incas fueron tan irracionales como el actual sistema neoliberal. Es decir, se enfocaron en “maximizar la producción de sus cultivos” sin ninguna mesura ni planeamiento. Los Incas, por el contrario, se percataron que no hay sistema mas importante que el ecosistema. Priorizaban la calidad y la diversidad del ambiente, antes que la cantidad. Dos siglos después, la pachamama los recompensó con la cantidad o food surplus y un poderío por el cual las sequías no fueron problema. En general, el modus vivendi Incaico era diametralmente opuesto al actual. ¿No es obvio entonces que la modernidad y la tecnología no son solución para los problemas actuales?

Aquejados ahora por el calentamiento global, la crisis alimentaria mundial, y las continuas huelgas campesinas, la pregunta es: ¿Qué sucedió?

Alex Chepstow-Lusty nos lo explica. La civilización instaurada por los españoles precipitó la deforestación. Debido a la intensa demanda por la leña y el carbón, los conquistadores obligaron a los nativos a talar indiscriminadamente. El aliso, árbol que gozaba de un valor simbólico, escaseó sólo medio siglo después de la Conquista. A su vez, se talaron todos los árboles molle, para así producir y comercializar con su derivado, el carbón. Décadas después, aquejados por la crisis ecológica, los mismos españoles iniciaron un proceso de reforestación. Aquel intento lógicamente fracasó, debido a su ímpetu comercial, y su disociación con el objetivo ambiental, esencia básica de la cultura Incaica. Dado que esta brillante cultura fue obliterada, la actual crisis ambiental es previsible.

Las últimas reflexiones de Chepstow-Lusty son pesimistas. Su estudio sugiere que la reforestación, además de escasa, sólo se centra en el árbol de eucalipto. A diferencia del benéfico aliso, el eucalipto se adecúa perfectamente a la modernidad, pues es muy “productivo,” “produce buena leña” y crece en “suelos degradados y erosionados.” Sin embargo, sus hojas son tóxicas y contaminan la tierra, evitando la germinación de otras especies, y destruyendo sutilmente la flora y fauna.

¿Qué se puede esperar del futuro? Según los expertos, los problemas de hoy son sólo el comienzo. Y los campesinos y agricultores lo entienden mejor que nadie. Por ello, es fácil entender la desesperación de los campesinos e indígenas del Perú, Colombia, Ecuador, Chile y Bolivia en las marchas acaecidas en los últimos años. Herederos de una tradición milenaria, sus protestas nos intentan abrir los ojos.

Confrontar la crisis climática ya no es una opción sino una necesidad. Una mirada al pasado Incaico es el primer paso para reconstruir el decadente panorama.𝔖

 

 

Images: Courtesy of Photographer David Dias Arcos