La lactancia materna, además de ser fundamental en los primeros meses de infancia, es un acto de conexión íntima entre madres y niños. Sin embargo, en una época de nuestra historia, esta labor fue delegada a las llamadas nodrizas, amas de crías o simplemente amas de leche, quienes amamantaban a los bebés de la alta sociedad. Empleando a estas nodrizas, las señoras de alcurnia se libraban de su labor materna y tambíen mantenían una buena figura.
Los orígenes de esta labor se remontan a la antigua Babilonia. Hay datos sobre la existencia de amas de cría, que eran mujeres pagadas para amamantar a niños que no eran sus hijos biológicos. Aunque los griegos de Esparta no favorecían esta práctica, en la Atenas de la Grecia Clásica las nodrizas eran muy populares y se les tenía consideración. Lo mismo sucedió en el Imperio Romano, en el cual las mujeres nobles empleaban una nodriza.
Tradición Generacional
Desde tiempos remotos se creía que una mujer que daba de lactar padecería de flacidez corporal o deformación física. Es por ello que las clases altas contrataban a mujeres de pocos recursos, para amamantar a sus hijos.
Durante el Virreynato del Perú, esta labor fue encomendada a las mujeres indígenas quienes, además de amamantar, también cuidaban a los niños. Pero con la llegada de los esclavas africanas al Perú, en el siglo XVI, las nodrizas indígenas fueron reemplazadas. Las nodrizas africanas se volvieron muy solicitadas, debido a la buena calidad de su leche y fortaleza física.
Con el tiempo, el oficio de las amas de leche se convirtió en algo más que un trabajo. También se volvió una tradición generacional heredada de abuelas a madres, quienes descuidaban a sus propios hijos para amamantar a los bebés de sus amos.
Debido a su condición de esclavas, las amas de leche no recibían pago alguno. Sin embargo, muchas tuvieron la opción de comprar su libertad, o adquirirla por medio de la «Carta de Manumisión,» documento por el cual sus amos les otorgaban la libertad.
Las amas de leche se volvieron rentables para los comerciantes de esclavos. La clase aristocrática limeña incluso publicaba anuncios en los diarios, señalando los atributos que las amas debían poseer. Como por ejemplo, ellas debían ser «de leche entera sana, con garantía» y de buenas costumbres. En otro anuncio del diario el Comercio se leía: “Se desea un ama robusta, con garantías y de raza negra.”
Las nodrizas de raza negra crearon el típico «arrorró mi niño,» popular cántico de cuna que nació tras el arrullo de un bebé invitándolo a dormir. El arrorró viene de «a rromí» (a dormir) y se produjo tras el uso de su español incipiente con su acento africano.
A las nodrizas se les exigía un régimen alimenticio, como el consumo de agua de tizana, arroz, cebada y avena, evitando alimentos con exceso de sal, picante y aderezo. Siempre les impusieron condiciones. Inclusive, en 1812, el médico Hipólito Unanue en su libro «Observaciones sobre el clima del Lima y sus influencias en los seres organizados» se refiere a ellas:
‘Si le ha de criar alguna nutriz a la que llamamos ama, elíjase ésta de edad de 25 a 30 años, sana, que tenga la cutis limpia, de una índole tranquila, y de las mejores costumbres: que su leche sea abundante, blanca, sin olor, que el gusto no sea salado sino dulce, que la leche sea delgada, que se diluya fácilmente en el agua, y que echada una gota en el ojo no le lastime’
A pesar de la acogida, algunos se opusieron desde un inicio. Muchos aristocráticos Limeños que no bebieron leche de esclava decían «ser puros,» opinión que también tenía el Fray Reginaldo de Lizárraga, quien fue visitador de conventos a finales del siglo XVI. Fray Reginaldo sostenía que si los españoles no hubiesen sido amamantados por amas de orígen indio o negro, estos tendrían otras costumbres.
En 1791, el fraile Antonio Olavarrieta fue el primero en condenarlas públicamente, a través de un periódico que él fundó, «El Semanario Crítico.» Estas publicaciones estremecieron a toda la élite, pues las nodrizas fueron culpadas de la adquisición de ciertas aptitudes en los infantes. Decían que por medio de la leche se podía transmitir el mal carácter como también «ciertas costumbres de su raza.» Incentivaban a que las madres amamanten a sus propios hijos, para así evitar que estos males se apoderen de la sociedad aristócrata.
En nuestra era Republicana, aparecieron leyes para la protección tanto del niño amamantado como para regular el trabajo de las amas de leche. Entre esos resaltaba el artículo 420 (Leyes, Decretos y órdenes de 1821 hasta 1859, por Juan Oviedo) que señalaba: “El ama de leche que fuera del caso de enfermedad, desamparase al niño que estuviera criando, antes de destetarlo, será obligado por la policía a continuar en su crianza, pagando dos reales de multa”.
En 1906, las leyes impulsaron a que las madres de todas las clases sociales amamanten a sus hijos. Alfredo Palacios, en el Congreso de la República, enfatizaba la importancia de la leche materna, siendo propiedad y derecho del hijo.
Durante 1908, se instauró el Servicio de Protección de la Primera Infancia y una oficina especializada en la Inspección de Nodrizas, el cual evaluaba y descartaba alguna afección en la salud de las futuras amas de leche. También se realizaba un análisis minucioso de la leche.
Desde entonces, las amas de leche fueron desapareciendo. A esto se sumó, la aparición de fórmulas o leche artificial que reemplazaron a las nodrizas. Aunque muchas aún eran empleadas en los hospicios y hospitales, donde daban de lactar a niños necesitados.
En la actualidad, las hoy nanas son empleadas para la crianza de pequeños, en su mayoría en la clase alta o media. Las madres de estas clases sociales se desligan de ese proceso por la realización de múltiples actividades que consideran “importante” o por que su profesión se los impide.𝔖