La Hoja de Coca y sus Artes Adivinatorias

 

El oráculo, el tarot, las hierbas y semillas han sido utilizados en el arte de la adivinación. En el caso de los Andes Peruanos, las hojas de coca han sido los medios para la lectura adivinatoria de hechos pasados y futuros.

Según una leyenda incaica, un viejo adivino, antes de morir en manos de los españoles, le pidió a sus hermanos a que protegieran las hojas de coca, ya que estas tenían el poder de mitigar el cansancio, aliviar enfermedades, saciar el hambre, calmar las penas, y develar misterios ocultos.

Las hojas de coca o Erythoroxylum coca tiene sus orígenes en Perú y Bolivia. El nombre deriva de la palabra aimara “Khoka” que significa “árbol”, mientras que en idioma quechua significa “sagrado”. Las primeras evidencias de esta planta fueron halladas en el Valle de Nanhoc (Perú), y datan de hace más de 500 años. Estas eran cultivadas aproximadamente a 1900 metros sobre el nivel del mar.

En la cultura andina, las plantas de coca son un elemento importante en acontecimientos sociales, místicos y religiosos. En el incanato, la hoja de coca era divina y su cultivo era exclusivo del estado Inca, quienes asignaban su producción para celebraciones religiosas, como el “Inti Raymi”.

El “Cocapirikuy” era un sacerdote encargado de augurar la suerte en el Imperio Inca. El Cocapirikuy lanzaba las hojas de coca sobre un manto, las cuales formaban figuras que vaticinaban el destino de la ciudad o de sus gobernantes.
 
 

 
La coca era de uso restringido y el pueblo la obtenía sólo con permiso de los gobernantes. Las autoridades asignaban cierta cantidad de hojas de coca en agradecimiento a sus servidores. «El obsequio de coca era considerado como un favor especial. El Inca regalaba coca a los curacas cuando quería hacerles una gran merced o recompensar algún servicio prestado», afirma Francisco Falcón, autor de “Relaciones sobre el Gobierno de los Incas – Colección de Libros y documentos referentes a la Historia del Perú”.

Los coca – camayox, casta designada por el Inca, se dedicaba al cultivo de coca y su preservación para la mita. La coca les permitía vivir cómodamente, y sin riesgo de contraer algún mal, debido a que esta planta les brindaba fuerzas para soportar el frío o cualquier afección física. Además, parte de la cosecha les permitía intercambiarla por ropa o alimentos.

Durante el gobierno de Túpac Yupanqui, el cultivo de coca fue asignado a los pobladores de Collatamarca, quienes realizaban esta tarea a nombre del coca – camayox. Los campesinos alquilaban sus terrenos de cultivo por un valor anual de 160 costales de hoja de coca. Además, les servía para el pago de tributos a los caciques.


  ‘Madre Coca avísame, por favor, si va a salir bien o mal este rito. Madre en tu nombre voy a empezar’


Cuando los españoles llegaron al Perú, el cultivo de hoja de coca se restringió por influencia del Catolicismo, quien la asociaba a una idolatría pagana denominada “Talismán del Diablo.” La prohibición afectó a la mano de obra indígena, quienes dependían de la coca para realizar trabajos de gran esfuerzo físico.

Tiempo después, los españoles retomaron el uso de la hoja de coca para mejorar la productividad de sus obreros. Dicha aceptación también se extendió al uso de la coca como medio de pago en la población indígena.

El consumo de la hoja de coca se mantuvo en los andes del Perú hasta principios del siglo XX.

Las Artes Adivinatorias


En la cosmovisión andina, la coca es usada como un vehículo entre los seres terrenales y los dioses y está presente en los ritos ceremoniales.

La adivinación con hojas de coca se practica en regiones como Cusco, Puno y Ayacucho, ciudades donde este arte es transmitido de generación en generación. Se dice que únicamente un descendiente del ande tiene el don para leer las hojas de coca.

Machaca Vilca es un adivinador de la zona de Huancané, Puno. Cuando era joven, su suegra le enseñó este oficio en Bolivia. Actualmente, Vilca atiende a sus clientes en las calles de Huancané. Solo basta que le den el nombre de la persona que desean consultar y sus preguntas serán resueltas rápidamente.
 
 

 
Las personas acuden a él por diversos temas, como traiciones, dinero, trabajo, infidelidad o estudios. Él cuenta que el color y forma de las hojas determinan el sexo del sujeto, si tiene alguna enfermedad o problema emocional.

Por ejemplo, los ancianos son representados con una hoja verde oscura, el cual, un lado es más pronunciado que el otro. Para un adulto, la hoja que lo caracteriza tiene un color verde claro y su forma es alargada, mientras que, para un niño, la hoja es pequeña y alargada.

En el caso que represente a una mujer, la forma de la hoja determina si son hetero o bisexuales. Para esta última, las puntas de las hojas están unidas.

Para definir el tipo de enfermedad prevalece el elemento que cause la afección. En caso el sujeto presente algún mal óseo, la hoja será similar a la forma de un hueso. La enfermedad del puquio o manantial es representada por una hoja circular, mientras que, para dolencias desconocidas, la hoja se muestra percudida o amarillenta.

Cuando se desea consultar por un padecimiento emocional, la hoja de coca se lee por ambos lados. La cara de la hoja significa un resultado positivo y el sello será la negativa. Si las hojas lanzadas caen por el lado del revés, se pronostica buena suerte; de no ser así el resultado es un mal augurio. Sin embargo, una proporcionalidad entre las hojas caídas al revés y al derecho indica que la persona está emocionalmente equilibrada.

Existe un ritual previo antes de la lectura de hojas de coca. Este varía de acuerdo a las técnicas que use el sacerdote o chamán.
 
 

 
La lectura puede empezar con el chacchado de coca. El sacerdote invoca a la madre tierra, y luego procede a prender un cigarro e invita a su cliente a masticar la hoja de coca, acompañado de un sorbo de aguardiente.

El chacchado determina si la lectura es apta o no. Si el sabor de las hojas es dulce, deben continuar con el ritual, pero si son amargas es recomendable no seguir.

Don Pedro Ochante, administrador de la fábrica “Textil Puma”, desea consultar sobre el matrimonio de su hija. Ochante invita a su casa a un qatipaq o sacerdote para que le lea las hojas de coca.

Al iniciar el rito, el qatipaq invita a don Pedro a chacchar coca y tomar un poco de aguardiente para entrar en trance. Luego el sacerdote procede a escoger las hojas de coca que representan al yerno y a la hija. El adivino o sacerdote lanza las hojas sobre el manto y empieza a leer. Esta acción se repite dos veces más, donde la última lectura revela las respuestas a las dudas del cliente.

Las hojas elegidas durante la lectura revelan que la hija de Ochante y su marido viven en armonía, y no hay indicios de algo malo en su relación.

Otra forma de iniciar el ritual de la lectura es mediante una oración en quechua dedicada a la pachamama:

“Mamallay coca willaykullaway allinchu manachu qispirukullanqa. Mamallay qampa sutiyki qallaykusaq”

“Madre Coca avísame, por favor, si va a salir bien o mal este rito. Madre en tu nombre voy a empezar”

Luego de proferir la oración, se hace sonar una campanita hacia los cuatro puntos cardinales, para finalmente elevar un puñado de hojas de coca y ofrecerla a los dioses.

Los qatipay realizan dos tipos de lectura: Una simple y una compuesta. La simple permite al qatipay interpretar con rapidez sucesos de la vida diaria. Por ejemplo, si el negocio será fructífero o si la venta del día será buena. La lectura compleja se caracteriza por la experiencia o prestigio que el qatipay ha obtenido. Esa lectura requiere que el qatipay trabaje conjuntamente con wamani o espíritu del cerro.

Los wamanis tienen los mismos conocimientos de un qatipay, pero poseen una especialidad. El wamani Manuel realiza el seguimiento a quienes realicen algún delito, el wamani Juanico hace el seguimiento a los desaparecidos y el wamani Chapaco se especializa en temas amorosos.

Este arte adivinatorio no sólo preserva una costumbre ancestral, sino también sirve como un negocio.

Cristina Berríos trabaja desde hace mucho leyendo hojas de coca. A ella recurren jovencitas dispuestas a saber si sus enamorados le han sido infieles. Berríos afirma que, durante el día, puede atender de 12 a 15 personas. Cada consulta que ella da tiene un costo de 3 soles, aunque el precio varía si acude al domicilio de sus clientes.

La lectura de la hoja de coca es un medio de difusión de nuestra cultura andina. Es importante mantenerla viva para que las futuras generaciones las conozcan y compartan.

“Ha jugado un rol central en el sistema de creencias, costumbres y conocimientos”, sostiene Rommel Arce Espinoza, historiador y director de la Biblioteca Regional “Mario Vargas Llosa”.

Su mal empleo ha ocasionado que la hoja de coca sea generalmente satanizada. Sin embargo, hay razones tradicionalistas y medicinales que deben motivar a que se promueva su cultivo.𝔖