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La Odisea del Vóley Peruano en Seúl 88

El Recuerdo de una excelente tradición

 

La mañana del 29 de setiembre de 1988 todos los peruanos se levantaron a prender sus televisores. El canal 4 era el único medio que transmitía en vivo las Olimpiadas de Seúl. Nuestra selección femenina de vóley se disputaba la medalla de oro contra la desaparecida Unión Soviética (URSS).

La selección de vóley ya había participado en las olimpiadas de México 68, Montreal 76, Moscú 80 y Los Ángeles 84, pero ésta era la primera vez que estábamos en una final. En su debut, Perú ganó 3 – 0 a Brasil, su clásico rival sudamericano; luego se enfrentó a China, Estados Unidos y Japón, los tres equipos cayeron con un 3 a 2. Indudablemente, Perú era el favorito para ser campeón Olímpico por primera y única vez en su historia.

Ese año, el Perú atravesaba uno de sus momentos más difíciles. En el ámbito económico, el incremento de la inflación condujo a una fuerte recesión y las reservas nacionales se acababan. El 6 de septiembre, el Ministro de Economía Abel Salinas anunció el shock llamado Plan Cero para frenar la recesión. Sin embargo, este ajuste llegó tarde y vivimos la peor hiperinflación del continente. Pero esta crisis no se comparaba al desastre provocado por el accionar terrorista por parte de Sendero Luminoso y el MRTA.

El vóley nos ayudó a olvidar brevemente esa terrible realidad.

El Largo Camino hacia Seúl


En 1911, el voleibol llega a nuestro país gracias a dos profesores estadounidenses que fueron traídos por el Ministerio de Educación. En sus ratos libres, practicaban este deporte como distracción e invitaban a sus colegas peruanos a jugarlo. Sin embargo, cuando retornaron a su país, el vóley quedó en el olvido, pero resurgió en la siguiente década.

Durante el Oncenio de Leguía, en 1926, una delegación de deportistas chinos de gira por Sudamérica llegó a Lima con la finalidad de difundir este deporte. El juego de exhibición se llevó a cabo en una ‘canchita’ que estaba al costado del excine Iris, en la cuadra seis de la avenida Emancipación.

Así el vóley se fue popularizando. Se formaron los primeros clubes deportivos, como Unión Vóleibol Club, Textil Victoria y Olimpia, y algunos colegios lo incluyeron en sus programas de educación física. Se jugaba sin reglas; sólo se necesitaba la red, los palos que la sostenían y la pelota. En el resto del mundo ambos sexos lo practicaban por igual, pero aquí se hizo más popular entre las mujeres.

Durante la década de los 30, su rápida evolución se estancó. Sin embargo, en 1940 la Asociación de Jóvenes del Perú (YMCA) trajó a Carl Johnson, un profesor de educación física estadounidense, para que reavivara la afición por el vóley y enseñara sus reglas. Dos años después, se formó la Federación Peruana de Vóleibol (FPV) y más colegios lo incluyeron en su currícula.

Entonces se iniciaron los primeros campeonatos Sudamericanos. Perú generalmente quedaba en terceros lugares hasta que en 1964 campeonamos en Buenos Aires. En esta época, la FPV era dirigida por el doctor José Pezet Miró Quesada, impulsor y difusor de este deporte.

El Despegue del Vóley Peruano


Miró Quesada fue quien invitó al entrenador japonés Akira Kato a que tomara las riendas del equipo. En Japón se jugaba el mejor voleibol del mundo, ya que tenían las mejores estrategias. Se dice que en la historia del vóley peruano hay un antes y después de Akira Kato, por todos los cambios radicales que éste realizó.

La mayoría de jugadoras eran limeñas o de zonas cercanas a la capital, por lo que Kato recorrió gran parte del Perú en busca de nuevos talentos. Los entrenamientos pasaron de ser de dos horas interdiarias a cinco horas diarias. Sólo se descansaba los domingos. Por último, Kato les enseñó a ‘matar,’ dejando de lado el juego temeroso al que estábamos acostumbrados.

La selección femenina solía estancarse en los segundos y terceros puestos de los campeonatos. Akira Kato nos ayudó a salir de esa situación. Por primera vez obtuvimos el primer lugar en el Campeonato Sudamericano de voleibol femenino de 1967 realizado en Santos, Brasil. Le ganamos al anfitrión por tres sets a uno.

Nuestra selección siguió acumulando triunfos. A mitad de la década de los años 70, el Perú ya era considerado una potencia sudamericana.

   

Akira Kato y la selección feménina de vóley

 

Lamentablemente, Akira Kato dejó su puesto como entrenador de la selección para cuidar su salud. Padecía de cáncer.

Fue así como el surcoreano Man Bok Park, quien era parte del comando técnico del maestro Kato, asume el cargo en 1974. Con Park conseguimos el subcampeonato del Mundial de 1982 donde fuimos anfitriones. Durante esos días, no cabía ni un solo alfiler en el Coliseo Amauta. Cada partido ganado causaba una fiesta en el coliseo; sin embargo China nos impidió celebrar en la final.

En las Olimpiadas de Los Ángeles 84, ocupamos el cuarto puesto. En este campeonato, la conocida Natalia Málaga pasó a ser titular y Rosa García se estrenó como la nueva armadora. Asimismo, Man Bok incluyó a Gabriela Pérez del Solar (con tan sólo 16 años) para que ganara experiencia.

Perú ya era una potencia mundial en vóley. El siguiente reto fue las Olimpiadas de Seul 88. Estábamos acostumbrados a obtener los primeros lugares, así que nadie dudaba que las chicas harían un buen papel. Man Bok Park sabía que teníamos el nivel para llevarnos la medalla de oro, pero no podíamos confiarnos. Debíamos trabajar mucho para lograr ese objetivo.

Se realizó una campaña preparatoria repleta de giras y torneos internacionales. Las matadoras ganaron la Copa Japón 1987. Superaron a China, Unión Soviética, Estados Unidos y, por supuesto, al país anfitrión.

Las peruanas lograron el mejor promedio de bloqueo de la competencia, a pesar de que eran las más bajas. La única que pasaba el metro noventa era Gabriela Pérez del Solar, o «Gaby» para los amigos.


‘Los entrenamientos con Man Bok Park eran muy duros, razón por la cual casi todas las jugadoras de ese campeonato tienen operaciones en las rodillas. “Hasta jugábamos lesionadas, creo que las generaciones actuales no aguantarían tanto,» comenta Gaby.


Gaby nació en el Hospital del Socorro de Ica hace cincuenta años. Allí, su padre era gerente de una empresa algodonera. Gaby sólo estuvo en esta ciudad hasta los dos años de edad. La familia vino a vivir a Miraflores. Es la última de cinco hermanos y, por tanto, la más engreída de la familia.  

Se inició en los deportes con el básquet, y fue parte del equipo de su colegio Nuestra Señora del Carmen, «Carmelitas.» A los 13 años, comienza su carrera voleybolística en el club Bancoper. Fue aquí donde Man Bok Park la conoció.

Cuando Man Bok la convoca, Gaby recién tenía tres meses en su club. No sabía mucho de vóley. Por tanto, no la eligió por su talento, sino por su gran tamaño. Con tan solo 13 años ya medía un metro ochenta. Gaby confiesa que sus inicios fueron difíciles ya que era algo lenta y descoordinada.

   

 

También recuerda que muchos entendidos en el tema criticaban a Man Bok por dedicarle tanto tiempo a ella. ‘’Espérense, que un día llegará a ser una buena jugadora,’’ les respondía él. Fueron cinco años de duros sacrificios hasta alcanzar un nivel adecuado de juego. Durante ese tiempo su ritmo de vida se resumía en ir al colegio, entrenar y dormir.

Cecilia Tait también comenzó su carrera en el vóley en el club Bancoper a los 14 años. Conocida como ‘la zurda de oro’ por su gran habilidad como matadora, Cecilia es la cuarta de siete hermanos. A los nueve años fue a vivir con ellos y su mamá a Villa María del Triunfo, luego de ser desalojados de su anterior vivienda. La familia de su madre no le perdonó que se enamorara de un hombre negro. Su padre también los abandonó.

Eran años gloriosos para el vóley peruano. Estábamos cosechando nuestros primeros triunfos. Cecilia vio en este deporte la posibilidad de salir de la pobreza. Siempre le decía a su mamá que le iba a construir una casa con todas las comodidades. Cumplió su promesa. En las olimpiadas de Seúl fue declarada la mejor jugadora del torneo.

Los entrenamientos con Man Bok Park eran muy duros, razón por la cual casi todas las jugadoras de ese campeonato tienen operaciones en las rodillas. «Hasta jugábamos lesionadas, creo que las generaciones actuales no aguantarían tanto,’’ comenta Gaby. Cuanto más se acercaba la fecha de algún torneo, más horas se entrenaba. A veces, hasta 16 horas al día.

Al igual que Tait, la mayoría de jugadoras de esa generación provenían de familias pobres. «Mr. Park, no tenemos para el pasaje,’’ le decían ellas; «ese es su problema, esto es un trabajo y deben cumplir con su responsabilidad,’’ les respondía el coreano. Nuestras jugadoras se las ingeniaban para transportarse por Lima. Así descubrieron que el vóley no era un simple pasatiempo para ellas.

Las chicas cuentan que cuando estaban distraídas o lentas en los entrenamientos, Mr. Park les tiraba fuertes mates. «Si no reaccionabas rápido, te caía en la cara. Eran tan fuertes que hasta a veces te desmayaba,» comenta Gina Torrealva.

¿Ganamos la Medalla de Plata o Perdimos la de Oro?


¡Perú estaba en la final de Seúl 88! El partido se jugó la mañana del jueves 29 de setiembre. Nadie quería perdérselo. Varios colegios limeños pusieron televisores en sus patios para que sus alumnos puedan ver la final. Algunas oficinas hicieron lo propio con sus trabajadores. En las calles reinaba el silencio, el cual solo se rompía con un grito de punto.

Perú ganó los dos primeros sets. El tercero fue muy disputado. «Gaby (del Solar) agarró mi dedo meñique y me dijo: ‘Narizona, solo faltan dos puntos,» recuerda Natalia Málaga cuando lo estaban ganando 13 a 12, pero todos los puntos siguientes fueron de las soviéticas y se llevaron el set. Recordemos que antes se jugaba a 15 puntos.

«Ya no nos faltaban dos puntos, sino dos sets,» comenta Málaga. Las soviéticas ganaron el cuarto set por 15 a 7. En el último y quinto set, las chicas de Man Bok Park salieron a matar. Íbamos arriba, nosotros 12 y el rival 6, muy cerca de la medalla de oro. Muchos peruanos ya estaban celebrando el triunfo por adelantado, pero entonces apareció Nikolai Karpol, entrenador de la URSS.

Karpol pidió tiempo. Todos vimos por las pantallas de nuestros televisores los gritos destemplados que les dió a sus chicas. «Si ustedes van a fracasar, ya verán. Cuidado nomás, ya saben lo que les espera,» les dijo. ¿Qué les esperaba?, no sé sabe, pero desde ese momento las soviéticas despertaron. Nos remontaron el set, y lo perdimos 15 a 17.

‘’Es muy difícil para mí porque el último punto lo perdí yo,’’ recuerda entre lágrimas Gina Torrealva. Un error de ella le dió la victoria al rival. A pesar de que han pasado 30 años, Gina sigue recordando ese partido con nostalgia no sólo por su error, sino también porque era su último juego con la selección. Luego se iba a retirar.

Todo el Perú quedó conmocionado. No sentíamos que ganamos una medalla de plata, sino que perdimos la de oro.  

   

 

Nuestras doce chicas formaron una fila para recibir la medalla. Natalia Málaga se la quitó y se la puso a Man Bok Park. Las demás hicieron lo mismo. Finalmente todas se abrazaron con los ojos llenos de lágrimas. Man Bok tampoco pudo contener el llanto. Era la primera vez que lo veían llorar.

El recibimiento de las chicas en Lima fue majestuoso. Atrás quedó el llanto por haber perdido. Miles de peruanos fueron hasta el aeropuerto Jorge Chávez para recibirlas con fuertes ovaciones. Luego fueron trasladadas al Estado Nacional donde recibieron un merecido homenaje.

Seúl 88 fue el momento más glorioso del voleibol peruano. En el mundial de China 90 quedamos en sexto lugar, y no pudimos clasificar a las Olimpiadas de Barcelona 92. Finalmente, en 1993 se ganó el último campeonato sudamericano. Ese año marcó el inicio de una crisis en este deporte de la cual aún no logramos salir. Tanto Man Bok Park como muchas de las jugadoras se retiraron del equipo.

El resultado de Seúl 88 fue gracias a la excelente dirigencia de la Federación Peruana de Voleibol, a cargo de la Marina de Guerra. Fue un acierto traer a Akira Kato, quien nos enseñó como se jugaba vóley en el primer mundo, y formó una gran generación de jugadoras. Man Bok Park continuó con el legado del maestro japonés.

La hazaña Olímpica marcó un precedente en la historia del deporte peruano. Hasta ese año, los grandes triunfos sólo habían sido conseguidos en deportes individuales. Por primera vez un equipo peruano era reconocido mundialmente. En esos nueve días que Perú estuvo en Seúl, nos olvidamos de nuestra realidad nacional. «Todos habíamos dejado de lado todos los problemas que tenía el Perú, como el terrorismo. Logramos que la gente se meta en el tema del deporte,’’ comenta Cenaida Uribe.

Éramos ese país pobre, pequeño y maltratado que le ganaba a países primermundistas. «El vóley fue la única alegría de los años 80,’’ explica el historiador Efraín Trelles.

El gran problema fue pensar que esa selección duraría para siempre. Se dejaron de lado a los nuevos valores, y no se trabajó con ellos la rigurosa formación que recibieron nuestras subcampeonas olímpicas.

Lo logrado por Man Bok Park y sus manos morenas en Seúl es el más grande galardón que haya tenido algún equipo peruano en su historia deportiva.𝔖

Por Sandra Vásquez Ortiz

Estudiante de último ciclo de periodismo en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Apasionada del periodismo interpretativo.