En un principio, a Pablo Escobar no le interesaba la cocaína ni ninguna otra droga. Su negocio era el contrabando.
En su adolescencia, Escobar había trabajado para los capos del contrabando en Colombia. Pero años después Escobar se independizó y formó su propia banda. Se dedicó a contrabandear cajas de cigarrillos, whisky, ropa y electrodomésticos que provenían de “La Zona Franca de Colón” en Panamá. La banda de Escobar también recogía la mercadería que llegaba por los puertos de “El Golfo de Urabá,” norte de Colombia. Escobar enviaba sus camiones de carga a dichos lugares.
Luego de ser cargados, los camiones de Escobar pasaban por muchos puntos de inspección. Debido a sus influyentes conexiones, sus camiones lograban cruzar libremente. Escobar también había llegado a sobornar a la mayoría de oficiales de la aduana. Como en todo lo que estuvo involucrado, su negocio prosperó rápidamente. A la edad de 25 años, Escobar llegó a ser dueño de una flota de cuarenta camiones. Pero aún no estaba satisfecho. Su sed de poder se incrementó.
Entonces pasó algo peculiar. Cuando los camioneros de Escobar viajaban a Panamá, los contrabandistas panameños les preguntaban: «¿Tienen cocaína? ¿Por qué no traen cocaína?» Los contrabandistas panameños tenían unos socios estadounidenses, los cuales les informaron que había una inmensa demanda por esa droga. “¿No son ustedes los colombianos productores de hoja de coca?,” les preguntaron.
Ante la propuesta, Pablo Escobar tuvo sus reservas. No confiaba en los «esnobs» colombianos que contrabandeaban cocaína en Medellín: los hermanos Ochoa (Fabio, Jorge y Juan) y Carlos Lehder. Escobar tampoco confiaba en el patriarca de los Ochoa, Fabio Ochoa Restrepo, hacendado y criador de caballos de paso. Por lo demás, los hermanos Ochoa eran unos playboys que a menudo organizaban fiestas en Miami: orgías sexuales en las que se consumía muchas drogas y alcohol. Los rumores que se tejían entorno a los Ochoa escandalizaban a todo Medellín. Tenían la fama de ser unos degenerados. A Escobar, de carácter serio, responsable y frugal, aquello le disgustó. Además de riesgoso, el negocio de la cocaína degeneraba hasta a sus propios traficantes. No valía la pena. Por lo demás, a pesar de las habladurías, el negocio de los Ochoa parecía muy modesto.
Fue entonces que un amigo de Roberto Escobar apodado “Cucaracha” le dijo a Pablo: “Los gringos están locos por la cocaína.” Cucaracha le confirmó que los estadounidenses pagaban una fortuna por sólo unos cuantos kilos de mercadería. La demanda era exorbitante. En las lujosas fiestas de Miami, Los Ángeles, Las Vegas y California, los estadounidenses solían inhalar harta cocaína. La droga también se consumía de día: en Nueva York, muchos banqueros, médicos y abogados corporativos la inhalaban para autoestimularse. Era un excelente negocio.
Escobar finalmente entendió que se había metido en el negocio equivocado. Era muy costoso contrabandear esos voluminosos envíos de whisky, cigarrillos y electrodomésticos. Con el tráfico de unos kilos de cocaína, fácilmente podría ganar veinte veces el total del dinero invertido.
“Cucaracha” fue el primero en contarle sobre la existencia del Valle del Huallaga. El Valle del Alto Huallaga, en la selva del norte de Perú, era una importante área de cultivo de hoja de coca. Las comunidades campesinas del Huallaga cultivaban la coca desde décadas atrás. Eran unos expertos, recolectaban hojas de coca todo el día, al punto que sus manos quedaban teñidas de verde. Escobar entendió que el valle del Huallaga era más rentable que una mina de oro. Necesitaba irrumpir en ese mercado.
Viaje a Perú
“Cucaracha” contactó a Escobar con unos peruanos que vendían modestas cantidades de cocaína. Escobar entonces decidió visitar Perú. Sólo él, sin ayuda de nadie, decidió comprar la cocaína y transportarla. Quiso asegurarse que las rutas utilizadas para transportar cocaína desde Perú a Colombia eran seguras.
A sus 26 años, Escobar compró un auto Renault 4, de doble transmisión. Tramitó su pasaporte y, siguiendo las rutas sugeridas por ‘Cucaracha’, emprendió su viaje al Perú. Primero viajó por el Ecuador y se detuvo en la frontera, para así pasar por el primer punto de inspección peruano, la ciudad norteña de Aguas Verdes, Tumbes. Luego se dirigió hacia el sur, a la ciudad de Lima, la capital. Allí fue donde adquirió su primer kilogramo de cocaína. Conduciendo de regreso a Ecuador, Escobar sobornó a los oficiales de inspección y entabló los contactos necesarios para garantizar un viaje seguro.
Esta versión fue corroborada por “Popeye,” el ya fallecido sicario de Escobar. Según él, Escobar le dijo en una ocasión: “Empezamos en el narcotráfico muy modestamente, vendiendo pequeñas cantidades de cocaína. Yo mismo manejé un Renault 4 y recorrí todo el país para comprar un kilo de pasta de coca.” Escobar también le dijo: “Viendo el montón de dinero que nos dejaba el negocio, comenzamos a traer grandes cantidades de cocaína desde Perú para vendérsela a los gringos …”.
En cuestión de semanas, los camiones de carga de Escobar transportaban la cocaína desde Perú hasta Colombia. Los camiones pasaban libremente por la zona fronteriza entre Perú-Ecuador. Sin embargo, se tomaron más precauciones al cruzar la frontera entre Ecuador (Tulcán) y Colombia. Los camiones se detenían en la ciudad fronteriza de Nariño (Colombia), para que la carga fuera camuflada con sacos de papa. Los camiones así pasaban el punto de inspección y llegaban a la localidad de Belén, Colombia. En Belén, Escobar alquiló una casa en donde improvisó un laboratorio de procesamiento. Aquí la pasta básica se cristalizaba en cocaína en polvo. La cocaína se empaquetaba en bolsas de equipaje y las “mulas” la transportaban a Estados Unidos en vuelos comerciales. El negocio fue espléndido: los estadounidenses pagaban 60,000 dólares por sólo un kilogramo de cocaína.
Meses después, el transporte terrestre de la cocaína sufrió contratiempos. Un día, los camiones de Escobar fueron confiscados por la policía de Nariño. Sus hombres fueron arrestados. Semanas después, otro cargamento también fue confiscado. Escobar comprendió que alguien lo estaba delatando con la policía. ¿Quiénes? ¿Los Peruanos?¿los Ecuatorianos?
Después de indagar, Escobar descubrió que los culpables fueron sus socios ecuatorianos. Días después, en la localidad de Tulcán, Ecuador, se hallaron los cuerpos sin vida de varias personas. Al lado de los cadáveres había una pancarta enorme: «Esto es para que ustedes sepan con quién están tratando.»
Era el año 1975. El reinado sangriento de Pablo Emilio Escobar Gaviria había comenzado.𝔖